La enfermedad inflamatoria intestinal es una entidad de etiopatogenia aún no bien conocida, con importantes implicaciones nutricionales y metabólicas, por la alta prevalencia de malnutrición que conlleva; por la posible implicación de factores dietéticos en su patogenia; y por la hipótesis de que la intervención nutricional pudiera ser un tratamiento primario de la enfermedad. Algunos nutrientes, además de su función exclusivamente nutricional, podrían inducir un bajo estímulo antigénico, regular respuestas inflamatorias e inmunológicas y estimular el trofismo de la mucosa intestinal. La evidencia disponible actual apoya el empleo de nutrición enteral en enfermedad de Crohn como terapia primaria en adultos si el tratamiento con corticoides no es posible (fracaso o contraindicación) (grado de recomendación A) o bien en terapia combinada con fármacos en pacientes malnutridos y estenosis inflamatoria del intestino. En los pacientes en remisión clínica duradera no se ha demostrado beneficio de la nutrición enteral o suplementos en ausencia de déficits nutricionales. No se recomienda el uso de fórmulas elementales ni modificadas (glutamina, ácidos grasos omega 3). En colitis ulcerosa, no se ha demostrado la influencia de la nutrición sobre la actividad de la enfermedad, aunque disponemos de datos prometedores sobre el papel de los ácidos grasos w3 con cubierta entérica y de un posible papel de los probióticos. En el tratamiento y profilaxis de la pouchitis crónica, el empleo de probióticos puede tener un papel (VSL#3). La nutrición debe considerarse un componente integral en el manejo de los pacientes con EII.