La actividad física mejora la salud general, el riesgo de enfermedad y la progresión de enfermedades crónicas como la enfermedad cardiovascular, la diabetes tipo 2 y la obesidad. Cuando se aplica a condiciones de dolor crónico dentro de los parámetros apropiados (frecuencia, duración, intensidad), la actividad física mejora significativamente el dolor y los síntomas relacionados. Para el dolor crónico, las pautas estrictas para la actividad física son deficientes, pero el movimiento frecuente es preferible al comportamiento sedentario.
Esto proporciona una libertad considerable en la prescripción de tratamientos de actividad física, que son más exitosos cuando se adaptan individualmente, progresan lentamente y tienen en cuenta las limitaciones físicas, las necesidades psicosociales y los recursos disponibles.
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4534717/
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