El concepto de que el intestino y el cerebro están estrechamente conectados, y que esta interacción juega un papel importante no solo en la función gastrointestinal sino también en ciertos estados de sentimiento y en la toma de decisiones intuitivas, está profundamente arraigada en nuestro lenguaje. Las recientes percepciones neurobiológicas sobre esta diafonía entre el intestino y el cerebro han revelado un complejo sistema de comunicación bidireccional que no solo garantiza el mantenimiento adecuado de la homeostasis gastrointestinal y la digestión, sino que es probable que tenga múltiples efectos sobre el afecto, la motivación y las funciones cognitivas superiores, incluida la toma de decisiones intuitivas. Además, las alteraciones de este sistema se han implicado en una amplia gama de trastornos, incluidos trastornos gastrointestinales funcionales e inflamatorios, obesidad y trastornos alimentarios.