Para diagnosticar la primera aparición de diverticulitis, es necesaria la evidencia radiológica de inflamación gracias a una tomografía computarizada (TC) justificada, también, si la gravedad de los síntomas crean perforaciones o abscesos. La diverticulitis se clasifica como «complicada» o «sin complicaciones» según la prueba citada, la gravedad de los síntomas y los antecedentes del paciente. Se recomienda el tratamiento ambulatorio en pacientes que son afebriles y clínicamente estables con diverticulitis no complicada.
Para estos, los antibióticos no presentan beneficio alguno de cara a reducir la duración de la enfermedad o prevenir la recurrencia, además de que solo deben usarse de manera selectiva. Para la diverticulitis complicada, el tratamiento no quirúrgico, que incluye reposo intestinal y antibióticos intravenosos, sirve para los abscesos pequeños; los más grandes (3-5 cm) deben drenarse por vía percutánea.
Los pacientes con peritonitis y sepsis deben reanimarse a través de líquidos y una administración rápida de antibióticos y cirugía urgente. Esta última se realiza con procedimiento de Hartmann o anastomosis primaria, con o sin desviación de la ileostomía en asa, y está indicada para la peritonitis o en el fracaso del tratamiento no quirúrgico.
La colonoscopia se recomienda para todos los pacientes con diverticulitis complicada 6 semanas después del diagnóstico de inflamación por TC y para aquellos pacientes con diverticulitis no complicada que tienen características sospechosas en la TC o que cumplen con los criterios nacionales de detección del cáncer de intestino.