Estamos entrando en una era donde podemos modificar cada vez más la salud a través de los alimentos y medir los efectos a través de nuestros microbios o metabolitos.
La fibra es un nutriente clave para un microbioma saludable y se ha pasado por alto mientras se desatan los debates sobre el azúcar y la grasa. Los efectos adversos en el microbioma de los medicamentos y los ingredientes alimentarios procesados ya no pueden ignorarse.
Dadas las lagunas actuales en el conocimiento, necesitamos evidencia clínica que pueda traducirse en práctica clínica, idealmente a través de estudios controlados aleatorios que utilicen matrices consistentes de prebióticos o probióticos o trasplante de microbiota fecal para evaluar los cambios en la composición de la microbiota intestinal y en los resultados de salud.